El Producto Interno Bruto (PIB) es la cifra más conocida en la gobernanza económica. Impulsa las políticas nacionales, establece prioridades en el ámbito social (p. ej., existe una relación entre el PIB y el gasto en bienestar social que muchos países consideran adecuado) y, en última instancia, afecta al panorama social de un país (p. ej., al determinar las relaciones entre el trabajo y la empresa, la conciliación de la vida laboral y personal y los patrones de consumo adoptados por los ciudadanos). El modelo industrial sustentado por el PIB domina la geografía física e infraestructural, desde la forma de las ciudades y su relación con el campo hasta la gestión de parques y recursos naturales. Las estrategias de marketing, la publicidad y los estilos de vida se ven permeados por su influencia. Sin embargo, no podemos comernos el PIB: esta cifra es, de hecho, una abstracción de la riqueza real y una medida muy sesgada del rendimiento económico, por no hablar del bienestar humano. Por lo tanto, se creó una variedad de indicadores alternativos para promover diferentes ideas de progreso e incorporar conceptos como el desarrollo sostenible y el bienestar.
El “problema” del PIB: por qué no cuadra
El PIB no es una medida de “todas” las actividades económicas. Debido a su diseño, solo contabiliza lo que se transa formalmente en el mercado, lo que significa que otras actividades económicas que ocurren en la economía “informal” o dentro de los hogares, así como una variedad de servicios disponibles gratuitamente, desde el voluntariado hasta los servicios ecosistémicos que proporciona la naturaleza que permiten que nuestras economías funcionen, no se contabilizan como parte del crecimiento económico (Fioramonti 2013, p. 6f.). Esto genera paradojas evidentes. Tomemos el caso de un país en el que los recursos naturales se consideran bienes comunes y están disponibles para el acceso público, las personas intercambian bienes y servicios a través de estructuras informales (por ejemplo, mercados de trueque, mercados de segunda mano, iniciativas de intercambio comunitarias, bancos de tiempo, etc.) y la mayoría de las personas producen lo que consumen (por ejemplo, mediante la agricultura a pequeña escala, sistemas de distribución de energía fuera de la red, etc.). Este país sería clasificado como “pobre” por el PIB, porque esta cifra solo registra un desempeño económico cuando los recursos naturales se comercializan y los servicios se prestan a un costo. El PIB nos incita a destruir la riqueza “real”, desde las conexiones sociales hasta los recursos naturales, para reemplazarla con transacciones monetarias. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), «si alguna vez ha existido un icono controvertido en el mundo de la estadística, ese es el PIB. Mide los ingresos, pero no la igualdad; mide el crecimiento, pero no la destrucción; e ignora valores como la cohesión social y el medio ambiente».
“Sin embargo, los gobiernos, las empresas y probablemente la mayoría de la gente confían plenamente en él” (OECD Observer 2004-2005).
Nuevos indicadores para un mundo post-PIB
Existe un creciente consenso entre académicos y responsables políticos sobre la necesidad de ir más allá del PIB. En 2004, la OCDE inició una reflexión sobre los indicadores de bienestar en el Foro Mundial sobre Estadística, Conocimiento y Política. En 2007, la UE organizó la conferencia "Más allá del PIB" y publicó un comunicado dos años después. En 2009, una comisión creada por el expresidente francés Sarkozy y presidida por los premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen publicó un informe exhaustivo sobre las medidas de rendimiento económico y progreso social (Stiglitz/Sen/Fitoussi 2009). Desde entonces, varios gobiernos han creado comisiones similares.
Los indicadores alternativos han proliferado en las últimas décadas. Un primer intento lo realizaron los premios Nobel William Nordhaus y James Tobin a principios de la década de 1970, cuando desarrollaron un índice llamado Medida de Bienestar Económico, que "corrigía" el PIB añadiendo la contribución económica de los hogares y excluyendo las transacciones "malas", como los gastos militares (1973, p. 513). El economista Robert Eisner publicó un Sistema de Cuentas de Ingresos Totales en 1989 con vistas a integrar el PIB con actividades no mercantiles como los servicios domésticos y las economías informales (1989, p. 13). Este proceso de revisiones parciales culminó con el Indicador de Progreso Genuino (IPG), introducido más tarde en la década de 1990, que fue el primer recálculo sistemático del PIB midiendo una amplia gama de costos/beneficios sociales y ambientales que inciden en el bienestar humano (Daly/Cobb 1994, p. 482). El IPG considera dimensiones como el ocio, los servicios públicos, el trabajo no remunerado (tareas domésticas, crianza y cuidado de personas), el impacto económico de la desigualdad de ingresos, la delincuencia, la contaminación, la inseguridad (p. ej., accidentes de tráfico, desempleo y subempleo), la desintegración familiar y las pérdidas económicas asociadas al agotamiento de los recursos, los gastos defensivos y los daños ambientales a largo plazo (humedales, ozono, tierras de cultivo). Un artículo publicado en 2013 muestra inequívocamente que, si bien el PIB y el IPG siguieron una trayectoria similar entre principios de la década de 1950 y finales de la de 1970, lo que indica que los procesos de crecimiento convencionales se correlacionaban con la mejora del progreso humano y económico, desde 1978 el mundo ha aumentado su PIB a expensas del bienestar social, económico y ecológico (Kubiszewski et al., 2013) [véase la Figura 1].
Si bien el IPG es el ejemplo más completo de un índice sintético que combina dimensiones económicas, sociales y ambientales, desde la cumbre de Río+20 de 2012 se ha puesto especial énfasis en la contabilización del capital natural. La naturaleza contribuye al progreso económico y al bienestar de múltiples maneras. Facilita bienes que luego se comercializan, como es el caso de los productos agrícolas. También proporciona servicios ecológicos esenciales como el suministro de agua, la fertilización del suelo y la polinización, que posibilitan el crecimiento económico. El PIB ignora estos insumos, presentando así a la naturaleza como carente de valor económico (Fioramonti 2014, p. 104 y siguientes). Además, el PIB ignora los costos que los procesos de producción antropogénicos imponen a los sistemas naturales, como la contaminación. Sin embargo, estos costos son reales y tienen una influencia directa en el bienestar humano y el desempeño económico de nuestros países.
Aunque el enfoque en el capital natural se ha vuelto central en el debate "Más allá del PIB", hasta ahora solo se han elaborado dos indicadores. El más reciente, el Índice de Riqueza Inclusiva (IRI), publicado por el Programa Internacional de Dimensiones Humanas de la Universidad de las Naciones Unidas, distingue entre capital producido, humano y natural. En una aplicación piloto en 20 países, el IRI muestra que el capital natural es el recurso más significativo para la mayoría de los países, especialmente los menos ricos. Un enfoque similar para el capital natural es adoptado por el Ahorro Neto Ajustado (ANE) del Banco Mundial, que, a diferencia del IRI, cubre la mayoría de los países del mundo y presenta datos sobre un período más largo. El ANE tiene en cuenta el agotamiento de los recursos naturales y los costos de la contaminación, y los equilibra con las inversiones en capital humano (educación) y capital producido que no se utiliza para el consumo inmediato. Los resultados muestran que, a pesar del impresionante crecimiento en el último medio siglo, la degradación ambiental ha anulado el crecimiento económico mundial [véase la Figura 2].
Tanto el IWI como la ANS aplican unidades monetarias para calcular el valor del capital natural. Si bien esto permite agregar diferentes tipos de capital (y, por lo tanto, restar el agotamiento de recursos y la degradación ambiental del PIB), no es en absoluto el único enfoque. Otros indicadores miden el daño ambiental en unidades físicas. Sin duda, el más conocido de estos indicadores es la Huella Ecológica elaborada por la Red Global de la Huella Ecológica.
Un último grupo de indicadores se centra más específicamente en el bienestar, la prosperidad y la felicidad. Algunas de estas mediciones también utilizan evaluaciones subjetivas, normalmente basadas en encuestas de opinión pública, junto con datos económicos y sociales sólidos, como es el caso del Índice para una Vida Mejor de la OCDE, el Índice de Progreso Social y el Índice de Prosperidad Legatum. Otros indicadores se centran específicamente en el nivel nacional, por ejemplo, el Índice Canadiense de Bienestar o el Índice de Felicidad Nacional Bruta de Bután, un conjunto completo de nueve dimensiones, calculado por primera vez en 2008. Un intento interesante de combinar medidas de bienestar con el impacto ecológico es el Índice del Planeta Feliz, desarrollado por la New Economics Foundation, con sede en el Reino Unido, en 2006. El índice complementa la huella ecológica con la satisfacción y la esperanza de vida. Desde su creación, el índice ha demostrado sistemáticamente que los altos niveles de consumo de recursos no producen niveles comparables de bienestar, y que es posible alcanzar altos niveles de satisfacción (medidos en encuestas de opinión pública convencionales) sin un consumo excesivo del capital natural de la Tierra [véase la Figura 3]. Costa Rica fue identificada como el país más exitoso en generar vidas felices y largas, sin un gran impacto en los recursos del planeta. La Universidad de las Naciones Unidas obtuvo resultados similares al revisar su Índice de Desarrollo Humano (IDH), que considera los ingresos, la alfabetización y la esperanza de vida, añadiendo un parámetro adicional de sostenibilidad mediante la observación de indicadores ambientales seleccionados (PNUD 2014, págs. 212 y siguientes). Los datos mostraron que países como Estados Unidos y Canadá, que gozan de uno de los mayores desarrollos humanos del mundo, lo hacen a un enorme costo ambiental para sí mismos y para la humanidad. Un país tradicionalmente pobre como Cuba y otros países emergentes de Sudamérica, como Ecuador, se encuentran entre los que alcanzan el mayor nivel de desarrollo humano con una huella ambiental aceptable y replicable.
Conclusión
Esta breve revisión de las tendencias en indicadores alternativos no es exhaustiva. Se están generando nuevas cifras a un ritmo sin precedentes, a medida que nuevos datos se ponen a disposición y se comparten en todo el mundo. Hemos revisado los indicadores más destacados hasta la fecha, dividiéndolos en tres categorías generales: progreso, desarrollo sostenible y bienestar. Todos estos indicadores muestran un patrón similar: los aumentos del PIB a menudo se han correspondido con una disminución del bienestar (al menos después de cierto umbral) y han conllevado enormes costos ambientales y sociales. Al considerar estos costos, se desvanece la mayor parte del crecimiento que el mundo ha experimentado desde mediados del siglo XX. Al mismo tiempo, estas cifras muestran que es posible alcanzar buenos niveles de bienestar y progreso social sin poner en peligro los equilibrios naturales y sociales. Algunos de estos indicadores se están aplicando en una amplia gama de ámbitos políticos. Los indicadores patrocinados por la ONU (desde el IWI hasta el IDH) se han integrado en las cumbres mundiales. En particular, el capital natural ocupa un lugar destacado en el debate actual sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible posteriores a 2015. El IPG se ha adoptado en varios estados de EE. UU. con el fin de diseñar políticas más acordes con el progreso real. Más de veinte países han realizado análisis nacionales de su huella ecológica.
Lo que se necesita ahora es un esfuerzo concertado para aprovechar la abundante información que ofrecen los indicadores alternativos y sustituir al PIB como indicador principal de la gobernanza económica global. Si bien en el ámbito de la medición parece que el debate "Más allá del PIB" ha alcanzado un nivel de sofisticación considerable, es en el ámbito de las políticas donde aún no hemos visto una iniciativa coherente para rediseñar la economía global con base en un nuevo sistema de métricas.
Referencias
Daly, Herman E./John B. Cobb 1994 Por el bien común. Reorientando la economía hacia la comunidad, el medio ambiente y un futuro sostenible, 2.ª edición, Boston.
Eisner, Robert 1989: Sistema de Cuentas de Ingresos Totales, Chicago.
Fioramonti, Lorenzo 2013: Problema del PIB. La política detrás del número más poderoso del mundo, Londres.
Fioramonti, Lorenzo 2014: Cómo los números gobiernan el mundo. El uso y abuso de la estadística en la política global, Londres.
Kubiszewski, Ida/Robert Costanza/Carol Franco/Philip Lawn/John Talberth/Tim Jackson/Camille Aylmer. 2013: Más allá del PIB: medición y logro de un progreso genuino global, en: Ecological Economics, vol. 93/septiembre, págs. 57-68.
Nordhaus, William D./James Tobin 1973: ¿Es obsoleto el crecimiento?, en: Milton Moss (ed.), The Measurement of Economic and Social Performance (Estudios sobre ingreso y riqueza, vol. 38, NBER, 1973), Nueva York, págs. 509-532.
Observador de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) 2004-2005: ¿Es el PIB una medida satisfactoria del crecimiento?, nº 246-247, diciembre de 2004-enero de 2005, París (http://www.oecdobserver.org/news/archivestory.php/aid/1518/Is_GDP_a_satisfactory_measure_of_growth_.html, 11.10.2014).
Stiglitz, Joseph E./Amartya Sen/Jean-Paul Fitoussi 2009: Informe de la Comisión sobre la medición del desempeño económico y el progreso social, París (http:// www.stiglitz-sen-fitoussi.fr/documents/rapport_anglais.pdf, 22.10.2014).
PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) 2014: Informe sobre Desarrollo Humano 2014. Sostener el progreso humano: reducir las vulnerabilidades y fomentar la resiliencia, Nueva York.
COMMUNITY REFLECTIONS
SHARE YOUR REFLECTION
1 PAST RESPONSES
The level of violence in my thinking, speech and action is my way to measure progress in my life.
Local economy can fosilitate that way of life....,global impossible.Can we achieve that?
Education is most important .......education ,education ,educating ourself of how to act with respect in the process of achieving our needs.Supporting the right kind of local agriculture is my field of action.........going back to the land with new vision is my goal.The world reflects my state of mind,not the other way around .Minimalistic philosophy may help a lot.